miércoles, 29 de marzo de 2017

Cenicienta piensa en otra cosa

Cenicienta piensa en otra cosa
                                                                Beatriz Actis

  El problema de Cenicienta es su grandísima distracción.
  Pierde el plumero, pierde el trapo de piso, pierde la escoba.
  En realidad, esto sucede porque ella piensa que: el trapo es la alfombra mágica de Aladino;  la escoba, un trasporte de bruja como la de Hansel y Gretel o La Bella Durmiente; el plumero, una palmera encantada a la que se trepa para encontrar a la gallina de los huevos de oro...
  Y, tan atrapada está por su propia distracción, que no solo extravía los elementos de limpieza (el trapo-alfombra termina, por ejemplo, entre los techos, junto a la escoba que cree voladora) sino que se siente casi todo el tiempo fuera de la realidad, dentro de un cuento de hadas.
  Sin embargo, su distracción ─que su madrastra y sus hermanastras consideran un terrible defecto─ es la que la hace liberarse del maltrato al que la someten en su casa.
  Como todos sabemos, el príncipe da una fiesta en su palacio. Allí espera encontrar a una buena muchacha y convencerla para que sea su esposa.
  La Madrina de Cenicienta le consigue un traje hermoso y un carruaje ágil para asistir a la fiesta.
  Ella y él bailan toda la noche.
  A las doce, y siempre por su eterna distracción, Cenicienta parte del palacio y deja olvidado “algo”.

   Esta vez no es en el techo sino en las escaleras.



jueves, 16 de marzo de 2017

Lágrimas de sirena

PARTE 1: BOQUIABIERTOS

 I. El mar no es uno solo

  El mar no es uno solo, pensó Ada, y guardó en el bolso, un poco a escondidas, uno de sus libros más “pesados”, de esos sobre los que su mamá había dicho: “Mejor no los lleves, porque estamos cargadas de cosas”.
  Ada lo puso igual: era “El faro del fin del mundo”, de Julio Verne, encuadernado en color azul oscuro, con ilustraciones que eran réplicas de los grabados de la edición original.
  Cuando miraba esos extraños dibujos en blanco y negro, a veces le daba fascinación y alegría, y otras veces le daba miedo (pero la fascinación no se iba).
  El libro había sido de su abuelo y estaba impreso en Buenos Aires en la década del cuarenta. La cintita dorada pegada al lomo, que se usaba como señalador, marcaba una página en particular, la del inicio del capítulo “Tras el naufragio”.

  Ada conocía el mar de los libros y ahora iba a conocer el mar de verdad.  

Lágrimas de sirena - Beatriz Actis - Novela para chicos - Editorial Quipu (Buenos Aires)