Dijo (y otros poemas)
Beatriz Actis
I. Dijo
Dijo: La felicidad es nuestra naturaleza
y en el medio del ruido del bar al mediodía
me enseñó un ejercicio de sidha yoga
con las manos
que volaban como garzas
¿como grullas?
la
presión de los dedos, uno a uno:
pulgar,
índice, medio, anular, meñique
el lento despegarse que da la sensación de
las moléculas
en su lento moverse por el cuerpo
II
La mujer susurra:
Sacar las rosas perfumadas,
las flores de los rosales que traje
hace veinte años
desde el sur,
los rosales famosos
de Río Negro,
sacar las rosas de la habitación
porque su olor
- como el de los jazmines -
me da temores
me da
dolores de cabeza
y sobre todo
cuando una es sola
Dice:
Sí, como pedía
mi abuela
- debes confiar en
lo que decido -
Hay que sacar
las flores
por las noches
de la
habitación.
Mi abuela,
la que dos por tres
amanecía con los chimangos
en la cabeza.
III. Los
ángeles, la espalda
En un documental
enseñaban a volar en parapente y alas delta
nunca entendí muy bien las diferencias
volar y ver a todos sin ser visto por nadie
volar en los contornos de las nubes
desde la cima de Cuchi Corral
muy cerca de La Cumbre
hasta el cielo que bordea los cerros
de nombres intrincados
Y nos sentimos felices
imaginándonos en vuelo
sobre los campos
sembrados de lavanda
Y fuimos cándidos
y simples
como un vuelo de pájaro en la sierra
como ese batir de alas limpio
y leve
que no teme
el regreso
IV
Si hablo o escribo sobre la infancia
me parece que voy a comenzar diciendo:
Había en esa casa…
Un recuerdo,
yo nunca había visto un largavistas
andábamos por un camino
en el medio del campo,
en realidad, en las afueras del pueblo,
hacia la casa de unos parientes de la Caia,
caminábamos junto a sus padres y a su hermana
con parsimonia
por el camino desierto
debajo de un sol tenue de invierno.
Un pueblo se
necesita, dice Pavese,
aunque sólo sea
por el gusto de abandonarlo.
*
Pienso también en el verano
y en damascos mojados
y en damascos mojados
mañanas de calor y
de desidia
en los patios y en
callejas de tierra
días condenados a desaparecer
cuando ninguna posibilidad de futuro
era extranjera
*
Me vine
caminando por San Martín inundada
hasta mi casa en el sur
la lluvia me daba una alegría inocente
como la de la infancia
pensaba quiénes habitarían
detrás de cada puerta
de cada una de las casas
y esa curiosidad hacía más dulce,
más dulce y más clara mi vida.
*
Otro eterno minuto
Basta para comprobar
cómo se pierde el tiempo.
V
la trampa
de la identidad
alguien ha entrado en mi cuarto
de hotel
y cambió las cerraduras
VI Nocturno
de Sauce
Empezaba a oscurecer
cuando llegamos a la casa
bajo un poco de luna:
un círculo iluminado
en la inmensidad de la noche.
Marchamos lo más silenciosamente
que pudimos,
que quisimos,
y después nos sentamos a pensar.
Todo es posible
cuando la noche
revela su sombra,
cuando algo menos claro que la luna
se vislumbra
entre el follaje oculto.
Entre músicas lejanas
y gritos nocturnos,
los perros aúllan en ronda
ladrándose unos a otros
en cadena.
Nada parece estar por encima de mis fuerzas.
Aquí lo puedo todo,
respirar otra vez,
abrir los ojos.
Adquiero colorido
del mismo modo como reverdecen
los pastos y
las hojas
después de la lluvia.
Toda la noche
he estado pensando
qué es lo que me hace tan feliz
en este lugar.
*
niña entre gallinas
y ligustros florecidos
asociados para siempre
con el perfume de las moras
extraños pájaros
jinetes de sí mismos
las crestas rojas
erguidas
como torres diminutas
como modestos miradores
para ver y olvidar
las superficies
de ríos
o de llanuras
florecen los jazmines
y algunas madreselvas
entre cardos que miran
uno al norte, otro al este
entre el follaje uniforme
las copas de los árboles con flores
son colores encendidos en el campo
debajo del cielo
solo
*
abrir los ojos
brindar por verse
VII - Pasajes
Hay algo en la ruta
que llama la atención:
viajan
solos
los ciegos
una luna menguante
¿o creciente?
sobre el Puente Colgante,
la cúpula de una iglesia recortada en el
cielo,
en fin,
los atributos de una noche de verano.
*
vi una iglesia metodista
con esqueletos de colonizadores ingleses
en la cripta de un pueblo
llamado Alejandra
allí
dan doble beso
allí
en el medio de la
nada
pueblitos de verano en las costas
*
llueve, cuéntame
qué ves a través de tu ventana
*
Tostado desvanece
bajo la lluvia fugaz de este verano
trece iglesias en
el Chaco
ramilletes de
yararás en el monte
entre la pertinaz
desolación
¿Es
para esto por lo que estamos vivos?
VIII - ese
desierto
Vi un documental
Sobre la pintura metafísica
Italiana
Y otro sobre Joan Miró
Y escuché cuando varios especialistas
Comentaban que Miró
quiso asesinar a la pintura
y hablaban además
de la imaginería de su arte
Miró pintaba, decían, sus alucinaciones
Durante su juventud
Pintaba en realidad el recuerdo de las alucinaciones
Que le provocaba el hambre
En su taller de París
Después, de viejo,
Se fue de nuevo a España
a dibujar en la arena
Con un palo perfumado de eucalipto
o en la tierra blandita,
o con el humo
de los cigarrillos
en el aire
en ese desierto
alguno de esos raros cuadros
coloridos
fragmentarios
IX - De veras
peligroso
Acabo de leer que los gatos siempre
juegan,
no sólo los jóvenes
- eso es algo que he comprobado
a través de la experiencia -
y que cuando dejan de jugar, aun siendo adultos,
aun estando seniles,
esa ausencia progresiva
(o repentina)
de juego
es algo
de veras
peligroso.
*
En cualquier casa normal hay
por lo menos
tres gatas.
Ahora,
Cuando las miro,
Veo que están las tres
durmiendo,
quietas como estatuas,
una en cada uno de los sillones de la sala
(una gata gris, una gata negra y una gata blanca)
Nada más curioso que un gato mirando el
mundo.
*
Reviso las cartas de Karen Blixen
en las que cuenta
a un amigo
que otro amigo
le envió un gato
por tren
hasta su casa en el medio del Africa,
pero el gato se extravió y nunca llegó en ese
tren
y ahora al leer
no logro conocer el paradero del gato,
qué fue en definitiva de la vida del gato
porque Karen Blixen
no vuelve a mencionarlo
en ninguna de las cartas,
y el gato sin destino entre los trenes del
Africa
me desespera.
X
- poema
Durante la mañana había encontrado
a un amigo lejano
en el justo centro de la calle
en donde el viento del puerto
nos apretaba los abrigos
y nos hacía temblar,
el viejo viento azotando nuestros cuerpos
desde el puerto
vencido.
Dijo mi amigo
después de un largo tiempo: te extraño.
Y yo me acordé de tantas cosas:
aquel deambular por la ciudad
cuando éramos jóvenes apenas,
aquella sensación de amanezco en el mundo
Recordé un libro de
poemas de juventud
que se llama: Otoño
imperdonable.
Todo retorna y todo
se va desvaneciendo,
lentamente,
como islas a la deriva
*
En estos días
cuando ya no queda otra esperanza
y no aparece ningún ángel,
noto con una tristeza acorde
que en cuanto al juego de las lágrimas,
se ha pronunciado largamente
¿será porque atardece?
XI
La anciana ríe:
“En la vida,
en lo único que no se puede volver
atrás
es en el parto”.
Un segundo fatal de vacilación,
y a duras penas.
La anciana tiembla:
“El
que sueña que se muere,
se muere”.
XII
Escuchábamos un ruido
extraño en el medio de la noche
Pensé: un chico noctámbulo
jugando a la pelota,
qué extraño,
en la vereda
en el barrio
en el medio de la noche
Nos levantamos, espiamos a través de la
ventana
y eran caballos rompiendo las bolsas de basura
Escuché su voz
como en un trance:
En las galaxias hay días
y también hay noches.
Y como en aquel poema
pensamos en
todo lo que de vivido
queda en lo no vivido.
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