sábado, 8 de junio de 2013

Piglia y el río

DIARIOS - Ricardo Piglia
Lunes
A medianoche cuando afloja el calor salimos a caminar. Cruzamos la ciudad que va envejeciendo a medida que nos acercamos al río por el sur. En esa zona la costanera es bellísima. Hay parrillas con mesas al aire libre bajo los árboles. Pescadores en la escollera, de espaldas a la ciudad, con sus cañas y sus aparejos. Un parque de diversiones con farolitos de colores y juegos medio arruinados. Este es el mundo de Alrededor de la jaula y En vida, dos de los mejores libros de Haroldo Conti. Las luces lejanas de los barcos que cruzan el río son el único horizonte de esas historias sin salida.
Habitualmente los narradores más líricos y más atentos al paisaje narran el río. Se han escrito varias obras maestras en esa línea: Zama de Di Benedetto, El limonero real de Saer, Sudeste de Conti, La ribera de Wernicke, Hombre en la orilla de Briante. Buscan la lentitud; tienden a narrar en presente lo que ya sucedió. Algunas novelas de Conrad se mueven en esa dirección: el tiempo muerto es la motivación del relato. En El corazón de las tinieblas mientras espera que suba la marea del Támesis, Marlow cuenta la historia. Cuanto más profunda es la quietud, más intensa es la narración. La dispersión del flujo del tiempo se frena y la bajante, la calma, la creciente que no llega, se convierten en una metáfora del arte de narrar.







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