miércoles, 18 de abril de 2012

Escoceses pasan silbando bajo la ventisca

Había leído aquel poema de Montale sobre la calle de la media luna antes de conocer Edimburgo. Era el fin del otoño y la primera nevada caía. A poco de llegar vi que la media luna no era una calle sino una batería del Castillo que amenaza o embellece la ciudad. En el poema dice Montale: “El hombre que predicaba bajo la Media Luna me preguntó: ¿Sabes dónde está Dios? Lo sabía y se lo dije. Movió la cabeza”(es a la vez espléndido y triste). Entramos en un bar de la ciudad medieval, una tarde oscura, huyendo de la tormenta. Adentro, mujeres de nacionalidades inciertas (¿danesas…?) bailaban, y escoceses tocaban guitarra y violín, todos bebían bajo la mirada estática –eterna- de un retrato de Robert Burns. No teníamos frío, no teníamos miedo, éramos jóvenes y amábamos, no nos delataba la mortalidad. Afuera, escoceses pasaban silbando bajo la ventisca.

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