domingo, 2 de octubre de 2011

Taller 2011 - Fabiana Paloma

Algo de mí
Fabiana Paloma

Tengo algo en las tripas. Lo sé, lo siento moverse adentro mío. Es como un bicho que se desplaza lento y sinuoso por mis intestinos. Enroscando, anudando, estrangulando. Un Kundalini infecto. Lo siento respirar: Inspira y me succiona, espira y me infla. A veces siento que “eso” sube, atraviesa el diafragma, presiona sobre el corazón, en los ganglios. Ahí parece que muerde y punza. Es en esos momentos cuando me asusto un poco, ¿sabe?, y me pregunto qué es lo que tengo.
Es entonces cuando lo llamo.
Pero no voy a ir a verlo. Sé muy bien lo que esconde bajo ese guardapolvo que exagera de blanco. Nada hay en este mundo nuestro que sea tan inmaculado. Desconfío, doctor, desconfío. He visto caer rojo de sangre indefensa sobre blanco de guardapolvo almidonado, y he visto cómo un semidios se transforma en un carnicero.
No, no insista, doctor. No pienso ir. Lo visito cuando estoy sana. Voy para que me toque la frente, me haga abrir la boca y decir Aaaa, me mire los oídos y palpe los ganglios, y tire el diagnóstico de turno: gripe, anginas, alguna cosa viral. Nuestra cita termina ahí, un antibiótico, un analgésico y todos contentos doctor: Usted cumplió con su misión en la tierra y yo, saludablemente enferma, me permitiré un par de días de reposo justificado.
Pero esta vez es distinto, doctor. Y adivino sus planes. Porque usted me cree de carne y hueso. Me piensa así sin verme. Apenas si conoce un aspecto mío. Por eso, doctor, sé que usted me derivará, me dejará en manos de otra gente de blanco para que ellos me radiografíen, ecografíen, corten, pinchen, envenenen, entuben…
Van a despellejarme, doctor, van deshacerse de mi piel para mirarme adentro. Y yo no estoy ahí ¿Sabe? Entiéndalo: No soy yo esa amalgama de tejidos y huesos. No me van a encontrar enredada en un entrevero de venas y tendones. Yo soy un aire que me rodeo. Soy ingrávida. Este dolor en realidad no es mío: es de este cuerpo absurdo que me traiciona. Mi cuerpo con dolor es mi vacío: un concentrado de piedra gélida que ningún fuego alcanza a calentar. Es materia densa y oscura que se contrae en sí misma, vórtice que absorbe toda energía.
Por eso le hablo, doctor, por si desaparezco, nada más le pido un favor: Sea mi testigo. Cuéntele a alguien, alguna vez, algo de mí.

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