martes, 25 de mayo de 2010

Colombia

Beatriz Actis

- uno -

Temo morir de cólera
en este país
extranjero
lejano
como morían de malaria
aquellas lánguidas mujeres
inglesas
en las colonias africanas.
Pasa el camión nocturno
de la basura
y mezcla frituras con frutas salvajes
de nombres sonoros,
olores amenazantes como selvas.
Una perra marrón
hace piruetas tristes junto a su dueño,
vestida con una capita roja y raída.
Me dan ganas de llorar.
Mendigos piden monedas
y casi mendigos venden de todo:
collares cigarros
pañuelos tarjetas
adornos pulseras
flores frutos tropicales
sombreros pájaros míticos
serpientes.
Miro la noche
y en ninguna parte hay luna.
Guitarras suenan
y trompetas y tambores,
música de vallenato.
Parca, leve,
la luz de las velas.
La luna en Cartagena
(suenan trombones)
teme la noche.
Todos niegan la peste ante los turistas,
todos, como en Muerte en Venecia,
pero en un delirio de ron y de calor.
Pocos hablan ante nosotros
o se habla de espaldas
de la guerrilla eterna de cuarenta años
y los paramilitares y las ciudades clandestinas
arrasadas en la miseria de las selvas.
La Plaza de Santo Domingo,
iluminada por fuegos que giran y trepan
desde las manos de los malabaristas
hasta la sinceridad de la noche.
Paraíso de mutantes,
bellezas, miedos.
Cartagena.


- dos -

Sufre la luz
Sobre cabezas miserables.
El ciego baila.

Es un desdichado.

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