miércoles, 28 de octubre de 2009

Sin cuerpo no habrá crimen


Sin cuerpo no habrá crimen
Beatriz Actis(Córdoba, Editorial Alción)

Primera parte, Cuerpo, a la que siguen: Crimen, Cárcel, Coartada.


1. CUERPO


I - poema sobre dátiles

no es tanto esta noche de verano
como la sensación de que el té de naranja está tan frío
y aunque me digas riendo que los dátiles parecen
algunos raros animales del desierto
quizás insectos
(no soporto esa idea, lo confieso)
voy a seguir desmenuzándolos uno a uno en el cuenco
de mi boca
que desea
- sosegada al menos
hasta ahora
por el sabor rugoso
de los dátiles -
que desea
el espacio secreto de tu boca




II - Más allá de la oración está la tarde

El plástico negro
Que cuelga de la alta ventana
Del segundo piso
De la Facultad de Humanidades y Artes
De la ciudad de Rosario
En la tarde del dos de junio del año dos mil
Exactamente a la hora:
Seis

Oscila por efecto del viento del otoño
Que es casi ya un viento invernal
El viento frío y caótico del pronto invierno

Escucho y escribo.
Es fácil concluir:
La semántica como mi vida
Está gobernada por las reglas.

Recuerdo: Austin ha muerto demasiado joven.

Pienso genérica y desapasionadamente
En el destino de la gramática moderna
Y en especial en aquella palabra,
Demasiado.

Y como todo discurso es ficticio, me dicen,
Cierro la libreta y retiro la birome, entre bostezos.

Atravieso la claridad de la ventana
E incluso el plástico negro que le sirve de cortina

Los atravieso con el recuerdo, con el hastío, con el deseo
Hacia la inutilidad evidente de la tarde

Pero allá afuera, me conformo,
tampoco habrá más de un sol.
Qué duda cabe.

Y dejo de escribir
No más.

III


Conversábamos sobre el dinero,
es decir, sobre la necesidad que cada uno tenía del dinero,
sobre qué haríamos si obtuviéramos mucho,
demasiado dinero de una buena vez,
y cómo cambiarían entonces nuestras vidas,
mientras tomábamos un vino rojo y amargo
con empanadas de pescado de río
que habíamos comprado esa misma mañana
en el pueblo de Sauce.

En Sauce los días se dilatan,
los días son demasiado largos,
como volcados sobre sí mismos.

He perdido la capacidad de hacer un esfuerzo,
dije entre bostezos.

Ya estábamos un poco borrachos,
y era una excusa para citar a Kavafis:
Y he bebido un vino fuerte
como beben aquellos
que se entregan
valerosamente
al placer.

Ya estábamos un poco borrachos
(es cuando más extraño tu boca)

Me acuerdo del vino rojo que tomábamos en España, dije.
Rioja. El vino rojo y alegre.

Sí, dijo alguien, se viaja para recordar.

Y entonces pensé en todo lo que se puede ver
a través de una ventana,
en el curioso mundo.

Y me levanté
para mirar hacia el lado del río,
y esa huida era una forma de no mirar.

Pude verlos
Sin embargo
Vagamente.

Eran tus ojos,
cerrándose
entre paredes iluminadas.




IV

A esa hora
es un color solitario
el río.
Veo correr el agua,
El sol se oculta,
las nubes bajas se disipan,
se mezclan
con la estela de una lancha
que acaba de alterar,
ruidosa, la calma de la tarde,
una por una
aparecen las estrellas.

Entonces es cuando espero
el viento más fresco
del este o del oeste
y disfruto de esa luna
lívida
que empieza a brillar sobre el agua.

Me acerco a la orilla y mojo los pies,
y debajo de mis pies la luna
ha crecido
e ilumina el ancho
del río,
las aguas desbordantes.

Muy cerca de mí salta un pez
y se zambulle,
y el agua fresca,
nocturna,
me salpica.




V

En mis pesadillas
había estado esperándome,
seguramente
agazapado
como un animal en la selva,
escondido y acechante
este día sin sol

expectante y tenso
como un ladrón,
resguardado por la sombra.

Y este día
Dibuja una línea
Divisoria
sobre mí

- dos -


El río se vuelve de un color
Que hiere.

En estos días crueles
el mundo aparece
diferente

A veces
No sé ni adónde comienzo
ni adónde termino




VI

Atardecer
(diáfano)
después de la lluvia.
Bebimos.
Es vino generoso del Rin,
dijo y sirvió las copas.
En la etiqueta
se leía en unas letras góticas:
“Liebfraumilch Rheinhessen”.
Y se llevó la copa
A la boca.
A su boca.



VII

Hay manos que parecen ajenas.
Escribo cartas que no voy a mandar.

Necesito un testimonio
una impaciencia
un abrazo desesperado

La inocencia de leer en todo
Una premonición,
un indicio.

Todavía queda tiempo,
algo de tiempo,
sin embargo

y un porvenir austero




VIII

Volver a caminar,
dijo, no sé
-como si alguien
se lo hubiera preguntado-
pero sé
que no quiero ser como antes

y todos sentimos
la contradicción y el dolor
de esa terrible esperanza,
del necesario dolor.

Sólo quiero que me amen,
Dije que dijo un director de cine.

Y es cierto,
asintió alguien,
sorprendido.
No vamos a naufragar con vos,
Pensé con la crueldad de los desesperados

Y después necesité probar
Que soy inocente,
Inocente sobre todo
De los sentimientos canallas.

Lo miro
Entonces
Cuando no sabe que lo miro,
Lo espío
y recuerdo cómo era
Cómo era
Antes.

Y pienso una vez más
en ese cuerpo que he perdido.



IX

Todo el tiempo, dijo, el amor cambia -
cada noche trae su cuota de desgano -

Tu cuerpo, dije, como si lo hubiera tocado siempre -

Te esperé demasiado, dijo,
giró la cabeza y sólo pude ver un perfil azul -
La noche se cerró sobre sí misma -

Nada o todo sucederá más allá de esta noche, dijo -
la sombra voló -

La desesperación se me derrama, dije, como el vino se derrama -
En todo hay cierta inevitable muerte -

No puedo dormir, dijo - la noche se hace madrugada -

La luz se vuelve cruel, dije,
y respiré aquello tenue y breve de su aliento -

Me aterra el dolor, dijo -
Caminar solo y que todos los lugares parezcan los mismos -
Los bordes del amor, dijo, un gran hotel sin huéspedes -
un museo imaginario -

Como un marino sin barco -
Como esas naves que nunca regresan, dijo -

Tu sangre no me pertenece, dije,
como el que muere guardando un secreto.



X

Escribió para mí: No puedo más sin tenerte a mi lado.

Imagino el río sobre el que se recuesta su casa.
Sin él,
me ahogo en escrituras de insomnio
como en un mar oculto
o en un pozo de agua.

Su cuerpo es el final de la noche.
Su voz desordena mi mundo.



XI


Se enciende la primera claridad
de este crepúsculo
a cambio de nada.

El peso del aire,
la soledad del aire muerto
avisa sobre otro viento:
el de la próxima
irreversible
madrugada.

Me voy,
y sin embargo no te abandono.

No hay comentarios:

Publicar un comentario