domingo, 13 de septiembre de 2009

Crítica a "Lisboa" (1)

Una historia que no cesa
Por Delia Crochet (Diario "El Litoral" de Santa Fe, 25/7/09)

“Lisboa”, de Beatriz Actis. Editorial Municipal de Rosario, 2009

Internarse en “Lisboa”, libro con el que Beatriz Actis acaba de obtener el Premio Ciudad de Rosario otorgado por la Editorial Municipal de Rosario, implica adentrarse en las vidas de unos seres marcados por todas las formas del exilio.
Este compendio de la realidad latinoamericana -“una historia que no cesa”-, con el subsiguiente quiebre de la identidad y el arrebato del pasado personal, los vínculos y sueños, deja a la deriva a unos personajes que encarnan destinos posibles. Están los itinerantes, hombres y mujeres en movimiento, y los que han quedado inmovilizados, “hundidos en la tierra”, pero todos ellos se encuentran varados en el mundo.
Si tuvieran que ilustrarse estos siete relatos con una figura, podría proponerse la rosa de los vientos para dar cuenta de los rumbos en que se divide el horizonte, con la esperanza de que la errancia no acabe por destruir las vidas.
La prosa refinada de Actis, poética por momentos, metaforiza de distintas maneras los destierros. A través de la evocación, la curiosidad, el deseo de conocer mundos, los trastornos del sueño, el tedio existencial, o los más desgarradores del exilio político, esos que vuelven fantasmagórica la existencia por el desarraigo. No interesa demasiado si este libro fue escrito relato tras relato, como un fin preconcebido, o bien reúne textos de diferentes momentos de escritura, pues su unidad reposa en una visión del mundo compleja, alerta y avisada.
Nada es aquí lo que parece y en ello reside una de las más eficaces armas narrativas con que cuenta la autora. La vitalidad caribeña (contrapuesta a la melancolía rioplatense) puede ser una máscara para disimular la angustia y responder así a los estereotipos esperados por los demás. Un río puede ser una vía de escape pero tal vez sea una cárcel, un confín final, algo que la rosa de los vientos no puede traspasar. “Los ingleses de acá ya no son ingleses, ni argentinos, ni nada”. Aquí la opción puede ser “inventar un mundo afortunado o crear otra oscuridad”. Se advierte un aire saeriano en los cuentos que se desarrollan en una zona que guarda concomitancias con la geografía de Saer. Herencia legítima de una estética que barrió los estereotipos del regionalismo y la narración centrada sólo en el acontecimiento. Historias de abandonados y bastardos, da falsos apellidos y de mujeres que remontan solas la pobreza, mitos de falsos esplendores, de seres que vagan por ciudades americanas y europeas, amantes sostenidos apenas por un e-mail, sin la necesaria cercanía, cubriendo esa distancia con referencias al cine o a la música (“Mi vida dibujaba un juego enloquecido de cartógrafos”, se dice) o en otros casos, con la misma Historia, que viene a plantear sus dilemas.
Beatriz Actis incluye en la delicada trama de los sobrevivientes a los republicanos, a los eslavos, a los judíos polacos y alemanes, etc., lo que confirma una visión amplia acerca de las vicisitudes de la condición humana.
Por obra del azar, o porque la sutileza de la autora así lo quiso, el último relato, titulado bellamente “Es noche en Panamá”, desliza un leve atisbo de esperanza, sugiriendo que la mujer que despierta en un hotel del Caribe puede, tal vez, revertir un estado de cosas y avanzar hacia el amor.

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